Este Blog, nace inspirado en un artículo del mismo título, publicado por Paco Muro, Consejero Delegado de Otto Walter para España y Portugal, en el año 2003.

sábado, 10 de septiembre de 2022

El impacto de las palabras

 “Algunas veces se gana y otras se aprende”. Detrás de esta frase se resguarda un potente mensaje que tiene que ver con nuestra forma de afrontar las cosas, con la madurez y con la serenidad que aportan los años que no necesariamente son cronológicos, si no de experiencias vividas y nuestra forma de gestionarlas. Todos enfrentamos miles de batallas cada día rodeados de personas y a pesar de ello las encaramos  a veces desde un profundo sentimiento de soledad. Cuando sólo nos centramos en nosotros es así pero cuando levantamos la mirada es distinto. Nadie escapa de resolverlo solo pero puede escapar  de sentirse en soledad.

Volviendo a la frase inicial, el impacto que provocan esas pocas palabras es muy distinto al de  la típica y tópica frase de “unas veces se gana y otras se pierde” y me lleva a pensar qué importante es el trabajo en nosotros mismos, el elegir bien las palabras, las que decimos y las que nos decimos. Según qué frase elijamos repetirnos, encaramos de manera distinta la victoria o la derrota ya sea laboral o personal. Aunque encontremos parecidos razonables, no es posible generalizar porque cada persona y  cada situación es única rodeada de circunstancias distintas. Una entrevista que no avanza, una relación que termina, un proyecto que empieza o que finaliza, da igual. Conformarse con  el resultado cuando no es positivo no tiene nada de malo, nos decimos que no pasa nada y seguimos, que es el objetivo de aceptar que no siempre ganamos. Pero el matiz importante es lo que hacemos después. Si nos centramos en lo aprendido el resultado se transforma, se convierte en positivo antes y nos permite mitigar y eliminar antes los inevitables  pensamientos y sentimientos de frustración.  Lo que nos importa es seguir adelante más fuertes y tratar de impedir que ciertas experiencias nos vayan debilitando. Esto es resiliencia. Y lo difícil en nuestro trayecto es basar nuestro discurso en lo aprendido y no centrarlo en las derrotas o decepciones.

Si repasamos  lo que nos decimos tras una experiencia y  nos hacemos conscientes de ello, comprobaremos cuáles de ellas nos han permitido seguir con más fuerza y cuáles  nos han llevado al desánimo, algo muy lícito siempre que podamos controlar cuánto tiempo dura ese estado. Y a veces la vida nos pone sucesivas situaciones delante que no acaban bien, y entramos en esa racha negativa que consideramos un bucle inacabable, en la que es tan importante enviarnos mensajes positivos para que el impacto de nuestro propio diálogo interno nos mantenga  lo más fuertes posibles. No es fácil y ahí también es donde sabemos que hemos de resolverlo solos pero sobretodo no en soledad. Compartir y elegir con quién, es importante. Hace falta liberar el peso que llevamos en la mochila para impulsarnos con más fuerza. Ver qué podemos hacer diferente, que nos podemos decir de manera diferente y hace falta buscar también  fuera de ti los puntos de vista, las opiniones que nos complementen y que nos aporten energía.

Somos fuertes y  juntos lo somos más, así que hagamos que el impacto de las palabras que usamos con nosotros mismos y cuando explicamos lo que nos sucede,  nos lleve a donde queremos estar, que es el lugar de esperanza desde el que sabemos que algo bueno está por llegar pese a las dificultades o los tropiezos. Porque algunas veces se gana y otras se aprende, elijamos siempre aprender y así seguir más fuertes.





martes, 23 de agosto de 2022

Algún día

Algún día vendrán a tu cabeza las palabras de muchas conversaciones  mantenidas. Algunas frases que ahora prefieres no escuchar o simular que no las escuchas, a las que no das importancia. Frases que he debatido conmigo misma si decirlas o no. Como madre he sentido la necesidad de decirlas, a veces algo herida y otras sólo porque debía hacerlo.  Algún día volverán a ti y sólo entonces te darás cuenta de que no existen manuales para criar a los hijos. Nos movemos por sentido común, con errores y aciertos,  pero siempre creyendo firmemente que lo dicho o decidido es lo mejor para ti.  De esa frustración momentánea han nacido ganas de lanzar la toalla. También han nacido debates internos y la mayoría de veces ganó el correcto pero seguro que otras lo ganó el orgullo o el desánimo. Callar cuando ves algo tan claro no es fácil. La experiencia es un grado para lo bueno y para lo malo. Pero tu hermetismo, tu falta de espontaneidad y ganas de compartir, tu barrera natural en muchas conversaciones, tu poca presencia  en tantas situaciones, hacen más duro llevar esa experiencia como grado . Porque el tiempo es lo único que no podemos recuperar y a veces es demasiado tarde, aunque el dicho diga que no. Lo es para recuperar los besos no dados, el cariño no mostrado, el amor no verbalizado.  Esos momentos pasan y no vuelven jamás. 


Algún día serás consciente de esos momento no aprovechados, en los que estando juntos estabas tan lejos, conectado a conversaciones “importantes” de movil con amigos pero tan desconectado de quien rodeaba la mesa contigo. La familia se cuida estando presente,  hablando o sin hablar, pero estando cien por cien presente en la cercanía y en la distancia.


Algún día  sabrás que para que te tengan en cuenta, has de tener en cuenta. Sabrás que los detalles marcan la diferencia entre la presencia y la ausencia. Sabrás que la intención y la atención son necesarias para que el otro sepa que estás ahí. El amor es de ida y vuelta, y el que no se da no se sabe, ni parece existir. 


Algún día tendrás tu propia familia y todo estos sentimientos que provocas sin querer, los vivirás en tu propia carne. Tal vez entonces entenderás tantas cosas, aunque el tiempo no vuelva  ni puedas recuperarlo. 


Algún día fiel a ti mismo descubrirás que no hace falta mucho para hacer feliz a quien quieres. Algún día tendrás que cuidar tu, y entonces vendrán a ti momentos, conversaciones y algunas frases que no entendiste. 

Algún día espero vivirlo contigo para que la tristeza  no te envuelva, e igualmente sabrás que seguimos ahí queriéndote como si lo hubieras descubierto al principio. A veces es el único camino a recorrer por mucho que desde la experiencia intentemos evitarlo.









martes, 29 de marzo de 2022

Andar cuando se espera

Gustave Flaubert decía “Hay que esperar cuando se está desesperado y andar cuando se espera”. Me parece una interesante forma de expresar cuan opuesta puede ser nuestra reacción ante el tipo de incertidumbre. 

Cuando aún estaba en el Instituto, una amiga me dijo que las pequeñas batallas que libramos en nuestra adolescencia son las que nos preparan para las grandes que se presentaran en la madurez. Tengo muy presentes aquellas palabras, es tan cierto que esas pequéñas batallas nos preparan como que nunca dejan de aparecer. Valorarlas como pequeñas o grandes, depende de su gravedad vital y de nuestra experiencia. Con el tiempo aprendes que por muy dura que la vivencia sea para nosotros, siempre existirá una siguiente para superarla en intensidad o simplemente para sorprendernos de nuevo. Así la vida pasa y vamos aprendiendo a enfrentar lo que llega sin ser siempre conscientes de que lo único que realmente está en nuestras manos es el decidir cómo afrontarlo. Que a veces esas vivencias nos desborden es natural, el trabajo a hacer está en tratar de no perder la perspectiva, en dejarnos acompañar y en focalizarnos en el aprendizaje. Parece que afrontarlo así sea de superhéroes, sí, es que lo somos. Para cada uno, nuestra batalla es el centro del mundo. Sin duda hay que lucharla para ganar,  pero también  hemos de permitirnos caer si la perdemos. En ese momento empieza la verdadera lucha, en el que se ha de tener la cabeza fría para poder decidir cómo  afrontarla. 

Cualquier batalla es un proceso que por lo general va acompañado de esperas y ese saber esperar tampoco es tarea fácil, es un logro que sólo se alcanza con el tiempo, la experiencia y especialmente con el trabajo en una misma. Para ciertas situaciones hemos de recuperar el aquí y ahora adolescente y conseguir centrarnos en él sin permitir que la mente nos traslade a un futuro inexistente en el que perderemos toda la energía.  Es justo ahí donde la incertidumbre se convierte en un monstruo poderoso e infalible que va a desgastarnos sin compasión. 

No olvidemos que en el hoy están la fuerza y el empuje de la espera. Aunque difícil, es necesario aplicar el ejercicio de focalizar la atención en lo que suma porque ese es el trabajo con una misma que te permite llevar mejor la incertidumbre mientras avanzas, es el andar mientras se espera. Aunque a veces lo que empezó siendo una ventaja con el paso del tiempo se vuelva una contra, la vida continua avanzando y por ello debemos hacer un gran esfuerzo de autocontrol de las emociones, debemos tratar de aplicar serenidad y mirar lo que sucede desde diferentes perspectivas. Servirá también dialogar con nosotras mismas y enviarnos mensajes positivos sin perder el punto de realidad que sitúa nuestros pies en el suelo. De ello depende que nos focalicemos en la oportunidad para seguir caminando en alguna dirección, o por contra,  en el aún incierto resultado que probablemente nos paralizará. 

En definitiva, la clave está en la  actitud positiva frente a la adversidad. Es la que nos permite seguir girando con el mundo y jugar las cartas que nos van llegando. El camino es largo y sinuoso, así que intentemos focalizarnos en la oportunidad y dejarnos acompañar, porque andar cuando se espera hace que no perdamos de vista la luz del sol hasta el último segundo del día.