28 de marzo de 2020. Tercer fin de semana de confinamiento. A las 7:30 me he despertado. El cambio de ritmo diario también ha provocado un cambio en mis hábitos. Al principio del confinamiento me sentía desconcertada. Pero cada día me hago un poco más dueña de esta nueva vida.
Esta mañana hacía sol y he salido al balcón para escuchar la vida y su ahora relativo silencio. Aunque se oyen pájaros que hacen esbozar una sonrisa no hay personas. Cierto, ¡es muy temprano!. Pero a pesar de la hora y del canto de los pájaros percibo una quietud diferente. Más tarde sólo habrán personas que salgan a comprar o a pasear su mascota, algún coche quizás, pero pocos. Ahí está ese relativo silencio de la vida actual. Y cuando lleguen las 20:00h ese silencio se convertirá en aplausos, ovaciones y juegos de luces, en agradecimiento al personal sanitario pero también para mi, hacia todas aquellas personas que están haciendo posible que los servicios básicos funcionen y podamos seguir confinados. He leído y oído en algunos medios, lo hipócrita de ese gesto. Sin embargo a mi me parece un gesto solidario y emocionante, una forma de acercarnos a los que no pueden elegir quedarse en casa ante esta situación excepcional.
A propósito de este comentario debo añadir algo importante. Desde la distancia del epicentro de esta crisis sanitaria y económica, cada contribución y cada reflexión que trata de empatizar con la magnitud de la situación nos convierte en pequeños grandes héroes. Desde quedarte en casa, a protegerte con mascarilla y guantes para salir. Desde ayudar a un vecino, o hacer voluntariado, o incluso trabajar si te ves obligado. Cada uno en la medida de nuestras posibilidades, responsabilidad con uno mismo y con los demás.
Cada uno de nosotros tenemos una situación única, ni más ni menos importante que otra, pero algunas sí son más graves que otras. Me siento triste por los enfermos, los familiares de enfermos y por las víctimas de esta pandemia. Y también por lo mal que lo están pasando algunas familias a causa de la pérdida económica que supone la situación. Siento tristeza e impotencia. Sólo espero que las medidas del gobierno y de esa Europa que algunos tanto defienden ayuden de verdad a soportar esta situación. Aunque sepamos que no siempre esas ayudas llegan a todo el mundo.
Voy a aparcar la escritura por hoy y voy a seguir escuchando la vida y su ahora relativo silencio. Voy a seguir hablando de vez en cuando conmigo misma y voy a seguir recuperando pequeños placeres que estaban guardados bajo la llave de las prisas diarias. Seguiré aplaudiendo en el balcón por los sanitarios, por los enfermos, las víctimas y sus familias, por todos los pequeños grandes héroes que en nuestro encierro y mientras el tiempo pasa, estamos descubriendo una nueva manera de afrontar la vida. Un aprendizaje que nos va a acompañar para siempre.