Este Blog, nace inspirado en un artículo del mismo título, publicado por Paco Muro, Consejero Delegado de Otto Walter para España y Portugal, en el año 2003.

domingo, 26 de abril de 2020

No sabemos qué pasará mañana

Cuántas cosas dejaremos de hacer y cuántas cosas aprenderemos. Con la añoranza de lo que estamos perdiendo y sabiendo que sólo podemos controlar la decisión de cómo queremos pasar este tiempo. Quizás no seremos demasiado conscientes de algunos cambios hasta que no volvamos a vivir la siguiente primavera o el siguiente Sant Jordi. Vivimos cada día con la esperanza que el esfuerzo dé sus frutos, con el sueño que mañana queda un día menos para un horizonte que no vemos pero que nos acompaña de manera invisible y que nos está esperando en algún punto de un futuro cercano.
La vida nos regala tiempo.Vamos con prisas, parece que se nos escape de las manos y mientras corremos queremos que pase lento. Nos damos cuenta que las pequeñas cosas son las que tienen más valor cuando algún hecho imprevisto y maquiavélico nos obliga a parar.

Este confinamiento dejará en nosotros una huella que no podremos borrar. Nada será igual cuando volvamos a compartir espacios, ni siquiera cuando volvamos a abrazarnos.

Mientras tanto, no pospongamos celebraciones, no pospongamos un te quiero, disfrutemos de las palabras que abrazan y de los ojos que sonríen. Cuando una situación se tuerza, cuando haya un malentendido, no aplacemos la conversación. No hay nadad mejor que una conversación aclaratoria.

Aprovechemos a pesar de la distancia, cada momento que nos regalen la amistad y la familia. Seamos conscientes a cada paso, de que este tiempo no volverá.
Aprovechemos cada momento que generemos con los compañeros y compañeras de trabajo si los tenemos. Ahora forzadamente, quizás hablemos más a menudo y si hay buen rollo, que los encuentros virtuales sirvan de terapia.
Que no sabemos qué pasará mañana, sólo tenemos el hoy, el aquí y ahora. Hagámonos conscientes cada día y cuidémoslo.


No sabem què passarà demà

Quantes coses deixarem de fer i quantes coses n’aprendrem a fer. Amb l’enyor del que estem perdent, sabem que només podem controlar la decisió de com volem passar aquest temps. Potser no serem gaire conscients d’alguns canvis fins que no tornem a viure la següent primavera o el proper Sant Jordi. Vivim dia a dia amb l’esperança que l’esforç doni els seus fruits, amb el somni que demà queda un dia menys per un horitzó que no veiem, que sabem que ens acompanya i que de manera invisible ens està esperant en algun punt del futur proper.
La vida ens regala temps. Anem amb preses, sembla que se’ns escapi de les mans i mentre correm volem que passi lent. Te n’adones que les coses més petites son les que tenen més valor quan algun fet imprevist i maquiavèl.lic ens obliga a aturar-nos.
Aquest confinament deixarà en nosaltres una emprenta que no podrem esborrar. Res no serà igual quan anem tornant a compartir espais, ni tan sols quan ens tornem a abraçar.
Mentrestant, no posposem celebracions, no posposem un t’estimo, gaudim de les paraules que abracen i dels somriures dels ulls. Quan una situació es torci, quan hi hagi un malentés, no posposem la conversa. Res no hi ha millor que una conversa aclaridora.
Aprofitem tot i la distància, cada moment que ens regalin l’amistat i la família. Siguem conscients a cada pas, que el temps no tornarà.
Aprofitem també cada moment que generem amb els companys i companyes de feina.  Ara forçadament  potser ens parlem més sovint i si hi ha bon rotllo, que les trobades virtuals siguin teràpies.
Que no sabem què passarà demà, només tenim l’avui. Fem-nos conscients cada dia i cuidem-lo.

lunes, 13 de abril de 2020

Unión o desunión

Hoy la situación hace sentir que esa unión no era tan fuerte. Tirar del hilo para saber dónde está el origen no es fácil. No se le puede atribuir a un simple hecho, puede que sea la suma de muchos.

Haciendo una lectura amable de la aplicación WhatsApp,  parece haber conseguido acercar y unir más a familias y amigos que vivían a distancia. Ha conseguido captar la atención de adolescentes y mayores por su inmediatez. Ha logrado que integremos emoticonos en nuestra forma de comunicación, para intensificar cada palabra o cada expresión. Completamente seducidos, nos ha enseñado una nueva manera de comunicarnos que ha llegado a sustituir en muchas ocasiones a la llamada de voz. Dejarse llevar por esta última afirmación como forma de funcionar, también ha convertido a WhatsApp en una especie de demonio capaz de romper los lazos más fuertes.

No hay nada que sustituya una conversación de voz como herramienta para aclarar un malentendido. Ni siquiera como herramienta de comunicación. Las palabras escritas, quedan y son interpretables. Las conversaciones permiten aclaraciones que el texto convierte en sentencias. No se puede discutir por WhatsApp. Las conversaciones verdaderamente importantes deben seguir siendo de voz. Y en todos los casos, las dos partes han de querer esa conversación.

El desencadenante de una ruptura ha sido un mensaje sin filtro aparecido en un grupo. Lo que ha llevado a una discusión entre dos. A lo que se ha sumado una no discusión en grupo porque no ha habido conversación, sólo mensajes provocadores a los que no ha seguido una llamada. Y ahí han quedado reflejadas posiblemente varias rupturas: una entre dos, otra entre el grupo. Después ha habido alguna llamada entre algunos de sus miembros. Y a ellas le ha seguido el silencio en el grupo. Por primera vez y en muchos años. 
La ruptura entre dos con los días tal vez podrá recuperarse, sólo depende de ellos dos y en dónde quieran poner el peso. La ruptura en el grupo es más incierta. Hay más personas en medio y  también depende de ellos mismos. Seguro que cada uno lo está sufriendo a su manera. Cuesta pensar que hayan tomado una decisión definitiva.  El tiempo dirá.

Hoy hace un mes del confinamiento total y llueve. Es un día gris y es lunes de Pascua. El silencio del grupo es ensordecedor y doloroso. Algo no resuelto flota en el aire, algo que se ha estado cociendo, que sigue cociendo y que no sé a dónde llevará. No era el mejor momento para una crisis interna, bastante hay con esta pandemia. Pero ¿quiénes no las tienen? Donde hay roce hay vida, donde hay vida hay acuerdos y desacuerdos. El encierro, las preocupaciones y la historia de cada uno no ayudan a resolver. ¿Hace falta darle tanto poder a lo malo?  Cuando las cosas se tuercen sólo el amor puede salvarlas. Porque sólo hay una cosa que no tiene solución en esta vida, en la que no hay marcha atrás,  que no puede discutirse y que cuando sucede hace que todo cambie para siempre.

Veremos quién sale vencedor en esta situación: si la unión o ese cúmulo de cosas y situaciones a las que ahora se les está dando tanto poder. Sabe mal sentir mientras tanto, que quizás esa unión no era tan fuerte.

NOTA: La unión venció.






viernes, 10 de abril de 2020

Vivir a cámara lenta

¡Deja de mirar pantallas! Ha sido un pensamiento recurrente en los últimos años a pesar de que la realidad  es que vivo entre ellas y las he puesto al frente y en medio de mi vida. Les he concedido un poder con el que la mayoría de las veces ese pensamiento ha quedado sólo en una idea, entrando en debate conmigo misma para que al final venciera la pantalla. Esto me parecía espantoso y cansino, me había hecho de alguna manera dependiente. Trataba de desconectarme pero todo lo que me envolvía me lo ponía difícil y me llevaba a seguir conectada a ellas.

Hoy, en medio de esta pandemia, las pantallas y la tecnología me  parecen una especie de salvavidas.  Puedo seguir  vitalmente conectada a mis padres, a mi familia, a mis amigos, a mis compañeros de trabajo, a las noticias, a la cultura, a todo. Me hacen sentir más cerca de mi vida anterior sin interferencias, porque estoy aprendiendo a centrarme en aquellos detalles que hacen de la vida un fabuloso viaje, libre de prisas y de distracciones. No es un discurso, es una realidad.

Este maldito momento ideado por los que mueven los hilos, me va a servir entre muchas otras cosas para ser más consciente aún de la importancia que tienen una mirada, una sonrisa,  la cercanía y los abrazos. Cómo echo de menos abrazar a mi gente. Ser consciente de ello está siendo un gran aprendizaje. Soy de esas personas afortunadas que está viviendo la cara más amable de este maldito virus.  Tengo de todo y  lo tengo todo a mano. Antes corría de un lado a otro  y ahora no tengo que correr. He apretado el freno y no pasa nada. Sigo respirando y el mundo dando vueltas. Vivo a cámara lenta y saboreo lo esencial. Inevitablemente soy más consciente de que aunque esté  literalmente  hiperconectada a la realidad, me falta el contacto físico con mi gente. Algo tan simple y tan grande, tan esencial. Procuro no mirar más allá del día de hoy como forma de protegerme ante la incertidumbre. Sé que nos queda un camino largo y que es mejor focalizar la atención y concentrar la energía en el hoy. Así me parece vivir a cámara lenta dentro de esta  hiperconexión. Me obligo a seguir  las noticias y a veces dudo del día que es. Para lo bueno y para lo malo he perdido un poco la noción del tiempo, pero sigo centrada en el hoy con la ilusión de que ya queda menos para esos abrazos que tanto me reconfortan.

Al final como al principio,  un minuto siguen siendo sesenta segundos. Hoy me parece vivirlos a cámara lenta, porque no hay interferencias y no hay distracciones, echando de menos que no hayan pantallas de por medio e irremediablemente agradeciendo tenerlas conmigo.